La salud mental se ha convertido, sobre todo desde la pandemia, en un motivo de mayor preocupación para la población. La ciudadanía tiene menos reparo en decir que está acudiendo a la consulta del psicólogo o psiquiatra e incluso ha crecido el número de niños y jóvenes que reciben este tipo de asistencia. La unidad de Salud Mental del hospital universitario Reina Sofía atendió durante 2023 unas 106.000 consultas, de las que 20.207 fueron de pacientes de 0 a 18 años, el 19,06% del total, una de cada cinco atenciones. «Este año seguramente acabaremos con unos 800 ingresos en Salud Mental por casos graves, lo que supone una subida con respecto a la media de años anteriores, que era de entre 650 y 700 hospitalizaciones, mientras que la cifra de consultas externas se ha incrementado entre un 3% y un 6%, sobre todo en la franja infanto-juvenil», detalla Carmen Prada, directora de la unidad de Salud Mental del hospital universitario Reina Sofía.
Tanto Prada, como el coordinador de la unidad de hospitalización de Salud Mental de este centro e investigador principal del grupo Alertas Salud TMG del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (Imibic), Fernando Sarramea, señalan que cuando se habla de problemas de salud mental debe hacerse desde un punto de vista integral, para determinar qué parte de ese problema tiene que ver con factores biológicos (posible predisposición genética) y cómo afectan también otros determinantes psicológicos o sociales.
The Mental Health hospitalization coordinator at the Reina Sofía hospital and Imibic researcher, Fernando Sarramea. / CÓRDOBA
Más trastornos con componente psicológico y social
[–>Prada y Sarramea exponen que en los últimos años ha aumentado fundamentalmente la prevalencia de trastornos de salud mental con un componente psicológico o social. «Una persona puede presentar una predisposición biológica a padecer una enfermedad mental, del mismo modo que puede poseer una predisposición a sufrir un determinado cáncer o patología cardiaca, pero luego existen factores ambientales, como la nutrición, el estrés, consumo de tóxicos, el entorno socioeconómico, entre otros indicadores, que pueden multiplicar la probabilidad de que la dolencia se presente, que lo haga en un nivel más leve o que sea más grave en un momento u otro”, precisan.
Fernando Sarramea, cuyo grupo de investigación se centra, sobre todo, en analizar y reducir la mortalidad temprana que sufren los pacientes con enfermedad mental grave, indica que para mejorar la salud mental de la población general hay que comenzar a trabajar desde la infancia, además de recuperar el modelo mediterráneo (dieta mediterránea, socialización, apoyo familiar…) y reducir la desesperanza y el estrés para ser una sociedad menos dirigida por la productividad, «porque la productividad no es siempre mejor para la salud mental de las personas».
El peligro de las pantallas
[–>Para ello, sostiene que, en la medida que sea posible, los menores crezcan en un hogar estructurado, pero añade que, cuando esto no sea posible, hay que tratar de que estén protegidos, sin carencias afectivas y sin sufrir hechos traumáticos importantes.
Otro elemento que hay que vigilar es la reducción del uso de pantallas (móviles, ordenadores, videojuegos), destaca este experto, para que los menores y jóvenes no caigan en la soledad y se queden aislados bajo esta tecnología, a la vez que se fomente su socialización con la familia, amigos y otras personas, tratando de que cuenten con recursos fundamentales para su bienestar, pero sin darles todo lo que pidan.
A boy playing video games. / JOSÉ LUIS FERNÁNDEZ
El riesgo de las drogas
[–>Sarramea hace hincapié, por otro lado, en que «en la actualidad la sociedad te dice que no debe faltarte nada, pero a la vez exige que hagamos muchas cosas», lo que genera, en ocasiones, entornos escolares muy competitivos a los que se accede si se cuenta con ciertos recursos, a la vez que se presiona demasiado para que los niños sean los más listos, los más guapos, deportistas. «No es que seamos peor sociedad, pero nuestra sociedad es menos normal y hay menores que se quedan atrás, lo que está influyendo en un mayor consumo de drogas a edades tempranas. Por ejemplo, la media de edad de inicio del consumo de cannabis está en 13 años y esto causa más problemas de salud mental en los jóvenes que toman esas sustancias», apunta este psiquiatra.
«Los adultos deberíamos hoy en día ser más felices, pero hombres y mujeres trabajamos más que nunca, por lo que tenemos menos tiempo para compartir con las familias u otras personas, lo que nos hace sentir culpables si no cumplimos expectativas de buenos trabajadores, buenos padres o madres, personas que cuidamos la alimentación toda la semana, que hacemos deporte, entre otras expectativas. Hay que intentar lograr un bienestar equilibrado, sin sentirse culpable si no se logra todo, porque si no la vida es un tormento. También saber valorar los méritos para ver la botella medio llena, no medio vacía», argumenta.
Carmen Prada, director of the Mental Health Unit at the Reina Sofía hospital. / SÁNCHEZ MORENO
Herramientas de ayuda
[–>En esta misma línea, Carmen Prada incide en que, al igual que la población entiende que debe alimentarse bien para tener una buena calidad de vida, hay que fomentar herramientas para cuidar la salud mental y alcanzar el mayor bienestar emocional posible, contando con espacios individuales en los que la persona se cuide a sí misma, mediante la relación con otras personas (evitando la soledad); disfrutando del ocio, el deporte y descanso, así como disponer de los elementos suficientes para subsistir con expectativas realistas, no alteradas por cánones de belleza, riqueza o éxito que marque la publicidad, por marcos demasiado consumistas o por una felicidad impuesta.
Estos elementos preventivos deben convivir con aprender a afrontar las adversidades de la vida (pérdidas afectivas, conflictos de pareja, problemas socioeconómicos, entre otros), y con trabajos, recalca Prada, en los que cada vez se suele exigir más, pero que a la vez también son, en ocasiones, empleos más precarios, lo que ocasiona situaciones de estrés y de sensación de fracaso por parte de algunas personas que sufren estas condiciones. Estas situaciones pueden conllevar, añade, que si en estas personas hay más predisposición biológica a un problema de salud mental, puedan ser más vulnerables a sufrirlo.
«Las personas no son fragmentos separados ni aislados unos de otros, sino un conjunto integrado. La salud mental de la persona existe, al igual que la física, aunque es algo intangible, que no se ve», remarca la responsable de Salud Mental del Reina Sofía. «Las personas empezamos a desarrollarnos física y psíquicamente desde antes del nacimiento», aclara. Esto explica que, además de jóvenes y adultos, haya niños que presenten dificultades, trastornos y enfermedades de salud mental. Prada concreta que en la etapa infanto-juvenil lo que más se aborda son dificultades adaptativas hacia la adolescencia, conductas desajustadas o autolesivas, trastornos de la alimentación, problemáticas familiares, TDAH (trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad), autismo, así como cuadros y trastornos de depresión o ansiedad.
The psychiatrist and coordinator of the Child and Adolescent Mental Health Unit of the Reina Sofía hospital, Rafael Burgos. / CÓRDOBA
Cómo detectar los problemas en la etapa infantil y juvenil
[–>El psiquiatra infantil y coordinador de la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil del Reina Sofía, Rafael Burgos, manifiesta que los niños pueden presentar problemas adaptativos a situaciones de la vida y del desarrollo y resalta que la existencia de estos casos se puede empezar a evaluar si, por ejemplo, estos pequeños presentan problemas cuando empiezan a dormir solos o tienen algún conflicto en el colegio o en la familia.
Burgos plantea que, en ocasiones, estos menores desarrollarán cuadros de tristeza, ansiedad o miedo, pero también trastornos de ansiedad, depresivos o de estrés postraumático (sobre todo, si detrás de estos posibles trastornos pueda haber casos de abusos o malos tratos).
Child and Adolescent Mental Health Unit of the Reina Sofía hospital. / CÓRDOBA
Este psiquiatra señala que no siempre va a haber un factor externo, que contribuya a que aparezca un trastorno mental en la infancia y adolescencia, aunque sí hay patologías del ámbito de la salud mental, con un componente genético, que se van a ver aceleradas por factores ambientales, como son el autismo, el TDAH, que empiezan en la infancia y se van a seguir desarrollando y existiendo a lo largo de la vida, u otras más graves y propios de la edad adulta, como la esquizofrenia, los trastornos obsesivos, fobias, entre otras, pero que también pueden aparecer en la edad infantil.
[–>Por su parte, Rafael Burgos afirma que los síntomas diferentes que pueden tener estos trastornos pueden dificultar el diagnóstico. Por ejemplo, destaca que los niños con cuadros depresivos los van a manifestar más a través de trastornos de conducta o irritabilidad, a la vez que llama la atención sobre la importancia de cuidar la salud mental de la infancia y juventud porque serán los adultos del futuro. También recuerda que el cerebro, al contrario de lo que antes se pensaba, no termina su desarrollo en el nacimiento, sino que continúa aún en la primera década de la vida y se va a ver muy influenciado por el entorno, tanto por aspectos positivos como negativos. «Por eso, es una tarea importante de la sociedad prestar atención a la salud mental de los niños», concluye Rafael Burgos.
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